miércoles, 11 de septiembre de 2019

Moldova

Dejé la Unión Europea para adentrarme en el pais menos visitado de toda Europa, la República de Moldavia. Quizá por su escaso márketing internacional, por su posición geográfica poco cómoda o estratégica o por su relación con la antigua Unión Soviética (de la que hablaré en el siguiente post) la verdad es que reciben la triste cifra de unos 10.000 turistas al año. También es el pais más pobre y de menos renta per capita de Europa, lo que hace a su vez que sea económicamente atractivo para el bolsillo por lo menos. Y ahí estaba yo, dispuesto a ver con mis propios ojos el por qué de estos datos.


Cogí un autobús desde Iasi y tras cruzar la frontera y en unas 4 horas (para recorrer 146 km señores, asi que imaginar el estado lamentable de las carreteras) llegaba a la capital moldava, Chisinau. Mis primeras impresiones fueron parecidas a las del norte de Vietnam o Bielorrusia, arquitectura y trasfondo postsoviético e infraestructuras obsoletas y carentes de funcionalidad. No es un turismo para todo el mundo, dado que lo que en el oeste entendemos como ocio prácticamente no existe y la belleza o interés monumental o histórico es muy cuestionable.


Hice el check-in en un hostal rarísimo que estaba en la última planta de un centro comercial y que conectaba con una cafetería llena de gatos que tanto está de moda entre los hipsters y que me hizo los desayunos más amenos. 


El dia posterior lo tomé en su totalidad al explorar y exprimir la ciudad al máximo y decidí para ello pedalear en una bici que alquilé en un negocio que encontré por casualidad. Visité los dos parques del centro con su Arco del Triunfo particular y su gran iglesia ortodoxa, el museo etnológico, el Rose Valley Park al sur de la ciudad y la cosa más bizarra que encontré fue un circo permanente abandonado de la época comunista.






Pude corroborar la poca actividad turística de la ciudad y el aburrimiento que puede generar, sobre todo si viajas solo, pero que a su vez es muy común en paises ex-soviéticos como ya mencioné antes. Pero sorprendentemente el mayor atractivo (y probablemente el único) son las bodegas de vino más grandes del mundo que se encuentran a pocos kilómetros de la ciudad. La más grande se llama Milesti Micci superando los 200 kilómetros en túneles subeterráneos y donde se almacenan varios millones de botellas.
Yo por mi parte decidí visitar la 2ª más grande, la llamada Cricova con sus 120 kilómetros de bodega. La mejor manera de hacerlo es pronto por la mañana, cuando se puede visitar sin reserva previa y en inglés. La visita consiste en un par de horas guiadas en un trenecito por variasde las zonas de la bodega y con una pequeña degustación de sus vinos más famosos.



Me pareció una ciudad interesante aunque solo recomendable para gente con inquietudes fuera de lo común y viajeros empedernidos. Una cosa que me llamó mucho la atención fue su mezcla lingüística, ya que la mitad de la gente habla rumano (o moldavo como dicen ellos) y la otra mitad ruso.


Y con esto coloreaba un poquito más mi mapa europeo, siendo Moldavia mi 54º pais visitado (del mundo). Pero el plato estrella del viaje llegaría después con el siguiente ¿pais? ...


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