jueves, 11 de octubre de 2018

Germany Westfalia Edition

Como cada verano, mi traslado vacacional sería a tierras alicantinas en Torrevieja, pero este año decidí que tres meses sería lo correcto, para continuar con los entrenos y los estudios entre playa y sol, que realmente lo amenizan.

Todo esto no limita para querer vacaciones dentro de otras vacaciones y buscando aleatoriamente (y económicamente), Alemania fue de nuevo la candidata a visitar y más concretamente la zona de Westfalia del Norte. Esta vez, a principios de Julio, volaría a Düsseldorf en compañía de mi hermano y nos encontraríamos allí con Tobi desplazado desde Bonn y el gran Pumy de Brno desplazado desde Manheim.


Nos alojamos en un hostal bastante céntrico y nos dirigimos a la calle de Ratinger, que sorprendentemente se convierte en un gran festival de cerveza cada fin de semana. Cantidad de despedidas de soltero, turismo local e internacional y sobre todo tradición cervecera en cada rincón. Nada que ver tiene la cerveza de la zona con el estereotipo bávaro de 1 litro. Aquí es más típica la de tipo Alt (solo elaborada en Dusseldorf), que es de alta fermentación y se sirve en vasos estrechos de tubo de 0,2 o 0,25 l.


La noche fue larga y la mañana más. Un resacón de los que hacía mucho que no tenía me acompañó por las calles de la ciudad, visitándola a duras penas mientras la deshidratación hacía de las suyas. Había quedado con Jörg, otra vieja gloria del Erasmus sueco que residía allí con su recién ampliada familia, Lisa y el pequeño Karl. Desgraciadamente para mí, era más que obligatorio completar una ruta de las mejores cervecerías de la ciudad con sus respectivas y exclusivas Altbier. Aquí están las 5 obligatorias y que nadie que visita Düsseldorf debería perderse:


El domingo mi hermano volvería de regreso a España y Tobi de regreso a Bonn, pero Javi y yo decidimos quedarnos con la familia Jörg un día más y disfrutar del buen tiempo que acompañaba. De hecho, cambiamos de alojamiento, dada la invitación en su casa. Disfrutamos de un picnic en el parque y por supuesto de más cerveza en varias tabernas.



El dia siguiente nos despediríamos de Düsseldorf, y yo, por mi parte, iría a ver de nuevo a Tobi en su ciudad, Bonn. Una bonita ciudad a orillas del rio Rin que fue la capital de Alemania Occidental hasta su unificación tras la caida del muro. Pasé dos dias pateando sus calles e incluso me animé a entrenar por las inmediaciones del rio. Vimos algún partido del mundial, visitamos una piscina algo salvaje en lo alto del monte y comimos carne a la piedra con cerveza como buenos alemanes. A destacar, también, la casa-museo aún conservada donde nació uno de los músicos más importantes de la historia, Ludwig van Beethoven (sinceramente pasé de pagar por verlo, me conformé con verla desde fuera).


La vuelta en tren hacia el aeropuerto hacia varias paradas y me dijeron que era totalmente recomendable bajarse y contemplar el Duomo de Colonia (Cologne en inglés y Köln en alemán). Dicho y hecho:



Una pedazo de catedral a orillas una vez más del Rin y de la propia estación, con un puente de hierro muy famoso por su estructura y sus candados de enamorados en pleno centro de la ciudad en la que escasamente estuve 1 hora antes de poner rumbo de vuelta a Torrevieja, que por otro lado, no me puedo quejar.


Final de verano y principios de otoño sin más novedad que los largos dias de biblioteca y entreno. Pero diciembre parece que viene cargadito de sorpresas. Estad atentos...

domingo, 16 de septiembre de 2018

Nepal 2018: Kathmandu, Bhaktapur, Nagarkot trek

La vuelta a Katmandú, como ya adelanté en el post anterior, no fue muy bien recibida por el estómago de mi hermano, el cual le limitó a estar entre la cama y la taza del váter durante dos dias. Ponerse malo del aparato digestivo es muy común en paises en desarrollo, dadas las condiciones higiénicas deficientes a la que nuestro mal acostumbrado sistema inmunológico occidental no es capaz de hacer frente. Véase ejemplos mios en Estambul en 2011, en Pai en 2015 y en Koh Rong en 2016.


Compré algunas medicinas para bajar su fiebre y suero para que no dejara de hidratarse y quedé con Amanda, que también estaba ya por la capital, con la que pasé los dos dias disfrutando de la gastronomía nepalí, del caos de la ciudad y de alguna cerveza Everest y Gorkha que otra.

Aún así, en nuestras primeras horas, visitamos la Durban Square y nos registramos en una carrera solidaria que dias más tarde correriamos. A duras penas, el segundo dia, fuimos a visitar también la Boudhha Pagoda con un amigo alemán de mi hermano y su padre, con el cual estaba finalizando su viaje por el mundo de más de 2 años.


Acabamos el dia viviendo uno de los rituales más habituales en el mundo hindú en el paso a la otra vida, la incineración de cuerpos a la orilla del rio Bagmati. Una ceremonia diaria a la puesta del sol muy famosa en el templo crematorio de Shree Pashupatinath, que no deja indiferente a ningún occidental. No hice ninguna foto, obviamente por respeto a los difuntos y familiares.

Una vez que las indisposiciones de mi hermano empezaron a remitir, decidimos ir con Amanda a Bhaktapur, una localidad al este de la capital, que me encantó el año anterior y que está vez quería visitar en compañía. Caminamos aleatoriamente por toda la ciudad viendo la inmensa cantidad de estupas que la componen y los terribles efectos que el terremoto de 2015 dejó a su paso.

 

Miguelito y yo no hicimos noche ni siquiera allí y nos dirigimos en un autobús local al pequeño pueblo de Nagarkot, ya a pies de los Himalayas. La idea sería intentar hacer un pequeño trekking desde allí, si la lluvia que empezaba a asolar la zona apaciguaba. Dormimos en un pequeño hotel (en el cual estábamos absolutamente solos dada la temporada baja) y nos levantamos a las 4:45 am para empezar nuestra caminata. Una hora de ascenso en la oscuridad (aunque íbamos equipados de cabezales con linternas) para llegar a un View Point, donde en teoría podríamos divisar el pico del Everest, la cima más alta del planeta. Digo en teoría, porque eso solo sucede si el dia está completamente despejado y no tuvimos esa suerte, por lo que vimos cuatro arboles, mucha niebla y cuatro o cinco personas tan inconscientes y decepcionadas como nosotros. Al menos descansamos en un puesto de té, donde desayunamos y cogeríamos fuerza para el dia de trekking que nos esperaba.


En realidad fue un paseo bastante agradable de unas 5 horas (y sin lluvia), casi todo el tiempo de bajada por varios pueblos pintorescos. Nuestra meta era el templo de Changunarayan, construido en el siglo 7 y considerado el más antiguo de todo el pais. Tuvimos una conversación de fútbol con un monje y comimos en un restaurante local donde había una pareja de voluntarios españoles.

 

Un autobús nos llevaría de vuelta a Katmandú, donde volvimos a quedar con Bijay para cenar y hablar de la situación en Bangthali con algunas ideas de cómo mejorarlo. Por coincidencia en fechas tuve la gran casualidad y honor de encontrarme con Haizea, una sonriente chica que fue parte de mi viaje por Laos casi tres años atrás. Acabamos la noche de cerveceo por el Rock Bar de Thamel.


El dia siguiente en Katmandu, haríamos escalada en un rocódromo y nos daríamos un merecido masaje de pies. Hicimos recuento de las comidas típicas que habíamos probado: momos, pakodas, dal bat, somosa, lasi, curd (king curd en Bhaktapur), y la maravillosa (y asquerosa para algunos) cerveza artesanal tibetana Tongba.


El dia que se iría mi hermano, nos dio tiempo a madrugar y correr en un evento solidario contra el Parkinson por las calles polvorientas del centro de la ciudad. Fue una carrera de 5km inolvidable por la falta de medios y coordinación con el tráfico el cual no cortaron en ningún momento y a su vez gran esfuerzo e ilusión de sus organizadores. Aviso para la posteridad: la altura, en esas circunstancias, se nota de cojones.


A mí por mi parte, me quedaban dos dias más, que aproveché para visitar con Amanda bares y cafeterías de Thamel y rincones de la ciudad que no conocía como el Garden of Dreams (G.O.D.), un oasis en medio de la contaminación.

 

Siempre es triste despedirse de un pais como Nepal, pero sé que no será mi segunda y última vez.  Paradita en Doha y vuelta a Madrid con la mente en skyscanner para mi siguiente destino. Atentos a 2019 porque vendrá cargadito...

martes, 4 de septiembre de 2018

Nepal 2018: Football @ Bangthali

Tras un paréntesis de escasos 5 dias por Europa a finales de Marzo volvía a Nepal por segunda vez con un objetivo especial en la querida aldea de Bangthali.

Después de un viaje largo con parada en Doha, aterricé en la capital Kathmandú y esta vez me alojé en el famoso barrio de Thamel para descansar para el siguiente trayecto que tocaba al dia siguiente. Quedé de forma rápida con Quique (el culpable de mi enamoramiento por Nepal)  y Bijay (el segundo culpable y no por ello menos importante) para tomar unas cervezas y para recibir la lista de la compra que haría falta para los próximos días por el poblado.


Dormí unas escasas 5 horas, el hermano de Bijay  me recogería a las 5 de la mañana con el jeep que ya tenía alquilado para ir por segunda vez en 1 año a Bangthali. Como ya escribí el año anterior, el pueblo consiste en casas con mínimos recursos desperdigadas por el valle en la cordillera del Himalaya con una infraestructura inexistente de transporte, electricidad o salubridad. Al menos en el aspecto educativo, la Asociación Sainz de Baranda está intentando que sus niños tengan un futuro más prometedor con la construcción de una escuela financiada por esta organización en respuesta a su derrumbamiento con el terremoto de 2015.  Ha habido mejoras con respecto el año pasado ya que ahora hay una casa habilitada para voluntarios con unos mínimos de comodidad (colchón, luz de vez en cuando y una bombona de butano que permite cocinar con un camping gas) e incluso una cuarto de baño y una ducha con agua caliente generada por energía solar compartida eso si por todo el pueblo.


En esta ocasión, un chico de Murcia había organizado el 2º campamento de futbol del valle para enseñar los valores del deporte a los niños y sobre todos para que pasaran unos días muy divertidos. Gracias a toda su logística fueron capaces de llevar un centenar de kilos de todo tipo de equipaciones y material de fútbol. Yo me perdería parte de los entrenamientos, pero llegué justo para el dia de las finales y entrega de trofeos donde incluso tuvimos que jugar nosotros para estar más involucrados en el proyecto. Yo por mi parte, llevé unos 35 kilos de material con decenas de camisetas que recolecté gracias a muchos de mis amigos que generosamente donaron por la causa y que fue divertido y gratificante repartir allí. Ha de constar que la final contra el pueblo de al lado la perdimos 2-1 y perdimos el campeonato pero ganamos mucha fuerza e ilusión para el próximo campamento que seguramente se haga muy pronto.

 


Los primeros días consistirían en hacer comprender a los niños y no tan niños la importancia de un hábito deportivo con simples entrenamientos y juegos motrices.
El ingeniero que llevaba la construcción de la nueva fase de la escuela se tuvo que ir a Kathmandú, por lo que el avance en la escuela sería mínimo esos días.  Se está llevando a cabo con una nueva técnica a prueba de movimientos sísmicos consistente en sacos de arena prensada superpuestos de forma que absorban las vibraciones y resistan sus paredes. En relación a esto, yo solo pude colaborar en la criba de arena y en bajar leña del monte que más tarde serviría para hacer las puertas y ventanas.
Los chicos murcianos se fueron y yo me quedaría con Amanda, una voluntaria canadiense con la que hice muy buenas migas a la espera que viniera mi hermano un par de días después. Dichos días los pasamos entregando mis equipos deportivos y balones (que durarían escasas horas antes de pincharse) y comiendo DalBat en casa de Nani.


 
 

El dia de cambio de turno, es decir, en el que mi hermano llegaba en otro jeep y Amanda volvía a la capital en el autobús local, aconteció una singular historia digna de reality. Nabrash, uno de los chicos jóvenes de la aldea que ayudaban en la construcción de la escuela se desplomó repentinamente y empezó a convulsionar. Desde una perspectiva occidental, aun no teniendo conocimientos de medicina, la cosa indicaba algún problema nervioso o epiléptico en la que debería intervenir un médico. Yo sugerí por tanto llevarlo a Kathmandú con el jeep con el que mi hermano estaría a punto de llegar y me tomaron por loco. Ellos, en su falta de desconocimiento, achacaban la culpa a un demonio que le había poseído.  No hubo manera de hacerlos entrar en razón, llegando al punto de hacer varios exorcismos al chico practicados por chamanes y tambores.  Después del tercer dia Nabrash reaccionaba a estímulos auditivos y de tacto y tengo noticias que después de algunas semanas incluso se recuperó, pero muy a mi pesar le han quedado secuelas.

 
 
 
 

Tras la llegada de mi hermano, fuimos hasta una torre de antena que hay algo más arriba en el monte y desde donde un dia claro se pueden ver algunos de los picos de más de 8000 de la cordillera del Himalaya. Ese dia no pudimos verlos, pero aun así las vistas eran espectaculares. Ni que decir tiene que nuestras medidas de seguridad subiendo a esos 20 metros de altura de la torre fueron nulas. Los niños la subían a una velocidad alucinante sin ver ningún tipo de peligro o vértigo.
Mi hermano también trajo más material deportivo que repartimos y disfrutamos de las sonrisas de los más pequeños cocinando algo de pasta (la que les parecía insípida sin curry, especias o kilos de sal) e incluso la última noche nos tomamos unas cuantas cervezas que habíamos traido.


Una vez mas, gracias Bangthali por otra lección de vida en cuanto a las cosas importantes en la vida, que como no podía ser de otra manera, no se pueden comprar con dinero.


Por motivos económicos y aventureros decidimos hacer la vuelta a Kathmandú en el autobús local, cosa que fue divertida y algo peligrosa al mismo tiempo. Mi hermano empezó a encontrase mal a la llegada a la Durban Square, por lo que nos tomamos un lassi y nos fuimos directos al hostal, donde él pasaria los siguientes dos dias en reposo con unas fiebres muy altas. Pero dejemos la segunda parte del viaje para el próximo post, que aunque lleve retraso, lo escribiré.

Entre tanto, ¿qué tal si vemos el video del viaje?