jueves, 4 de abril de 2019

USA: Route 66, San Diego, Tijuana

Seguíamos por la Ruta 66 sumando kilómetros y decidimos cambiar de destino para ir más al sur hasta la ciudad de San Diego, ya que Los Angeles no nos había ofrecido mucho. No sin antes visitar otro peculiar lugar en el camino llamado Calico, un asentamiento del lejano oeste muy reconstruido eso si y orientado al turismo, pero que aún así conservaba su encanto. La antigua mina, la escuela, el Saloon, e innumerables pequeñas edificaciones que transportaban a esas películas western que tanto le gustan a mi padre.

 

 

Pudimos charlar unos minutos incluso con el Marshall del condado, que aunque parezca un disfraz de vaquero, es su uniforme y revólver oficial:

Más tarde llegaríamos a San Diego, por donde intentamos encontrar un restaurante para cenar por el distrito de Little Italy, pero tan sólo encontramos un sitio de comida rápida por las horas que eran.

Al dia siguiente decidimos que no nos podíamos ir de allí sin experimentar el cruce de la frontera más transitada del mundo: San Diego-Tijuana. Asi que cruzamos a México, sin ningún control fronterizo la verdad, un simple buenos dias al policía de turno. Dimos unas vueltas con el coche por la ciudad pudiendo observar la gran diferencia de cultura e infraestructuras que al otro lado. Es curioso como en España se habla de la inminente construcción del muro de Trump como algo extravagante, cuando realmente sería mejor decir completarlo, dado que el muro existe ya (construido en el mandato de Obama la mayor parte).  Paramos en un mercadillo dentro de una corrala muy típica y mi hermano compró una flauta de madera :D para que nos saliera gratis el párking mientras mi padre negociaba entrar al baño sin tener pesos méxicanos, ya más cómodo él en su idioma materno. Tras ello, experimentaríamos las dos horas de espera en el cruce de frontera de vuelta, donde por supuesto si que controlan el acceso. La larga espera en la hilera de coches se ameniza con vendedores ambulantes que intentan vender desde tabaco, comida, o souvenirs hasta estatuas de vírgenes o seguros de salud.

 

Pasamos la tarde en Pacific Beach ya de vuelta en San Diego, donde dimos un paseo por la costa y finalizamos con unas cervezas viendo el anochecer en un chiringuito de surferos.

 
 


Para nuestra última noche decidimos alquilar un apartamento en el propio Los Angeles para estar más cerca del aeropuerto y acabamos en el barrio de la playa famosa de Venice Beach donde se rodaba la serie de Los Vigilantes de la playa allá por los 90. Por la noche el paseo marítimo, a decir verdad, da un poco de impresión por la cantidad de mendigos que acampan en sus aceras y en la propia arena de la playa, un verdadero espectáculo. Muchos de estos sin techo, son los mismos que por la mañana, montan sus puestos hippies de pulseras, camisetas y demás. El apartamento a decir verdad fue una muy buena elección, en primera linea de playa. Dimos largos paseos por toda la costa de nuevo, llegando al Muscle Point donde todos los musculados de la zona se dan cita para entrenar al aire libre y nos dimos un señor homenaje desayunando mientras mi hermano exprimía loas últimas horas haciendo surf (a mí me hubiera encantado también, pero tenía el psoas reventado de la carrera de Las Vegas, por lo que necesitaba reposo).

 
 

Nuestra última excursión la aprovechamos para ver el Observatorio Griffith, donde se divisa la impresionante y basta ciudad de Los Angeles y su infinita extensión de 1400 km². El observatorio situado en la famosa montaña de Hollywood donde también se ve el tan fotografiado cartel y donde se rodó una de las grandes escenas de una de mis pelis preferidas Terminator.


Y esto sería todo por nuestra parte en la lejana California. Pero esto solo era el principio del año, que por supuesto irá cargadito de viajes. Peace and Love!