El transporte en Vietnam es una cosa de locos si tu opción es el bus local o furgoneta. He sufrido ya varios viajes enlatado como una sardina y con unos retrasos brutales. En la ciudad que estaba, había aeropuerto y me dio por mirar los vuelos hasta la potente Ho Chi Minh City y salian por 19 € y en cuestión de 45 minutos. Sé que el avión contamina mucho más, pero me decanté por la opción más cómoda en vez de tragarme 8 o 10 horas.
La gran Saigón me esperaba con sus miles de motos creando el mayor caos automovilístico que he presenciado. Era una parada de rigor y practicamente fugaz, ya que el año anterior había tenido la oportunidad de patear la urbe en compañia de Katy.
Dediqué mi tiempo a cenar y tomar birras con la gente del hotel, arreglar mi reloj en los puestos callejeros y ver en los parques como entrenan a la indiaca. Destacaré el Museo 3D de Artinus al que dediqué toda la mañana del dia de después. Fotos tan chulas como estas:
Por cierto, ayuda para futuros viajeros, Vietnam en casi todo su territorio tiene una especie de Uber de moto taxis llamado GrabBike que es baratisimo. Os pongo en contexto: 80 céntimos desde el centro al aeropuerto, unos 45 minutos de trayecto.
Elegí de nuevo el avión como medio de transporte para dirigirme a Phu Quoc. Es una isla situada en la costa camboyana pero que pertenece a Vietnam. No es que decidiera ir aqui por un motivo en concreto, pero ayudó bastante que mi amigo y ex-compi de piso Matteo y toda su familia checa estaban de vacaciones por alli. Casualidades que tiene la vida.
Conocí a Olivia en el aeropuerto, una chica holandesa profesora de inglés en Vietnam y que casualmente también se alojaría en el mismo hostel que yo. Asi de fácil la cosa fluyó y fluyó, que estuve una semana entera disfrutando de la playa y de mis amigos.
Muy buenos momentos en el cumpleaños de Veronika, los viajes en Scooter por toda la isla, las mariscadas y los restaurantes indios, los escorpiones salvajes, la visita a la antigua cárcel, alguna pequeña cascada e incluso otra infinity pool a orillas del mar.
La isla en sí, es bastante grande y tiene varios lugares dignos de ser visitados. El alojamiento queda algo más limitado a la parte que está entre el aeropuerto y la población de Le Bat, donde están todos los resorts y la única playa limpia, que es donde pasamos la mayor parte del tiempo. Una pequeña crítica aquí a los propios vietnamitas, que son ellos (y no todos los turistas) los que pasan del reciclaje y de la recogida de basura.
Hay una pequeña isla deshabitada en el norte conectada a tierra por un puente hecho de bambú donde pasamos una mañana muy agradable con una familia local y su travieso hijo :)
La locura de la frontera camboyana será contada en el próximo post, pero no puede resistirme más a dejaros el video-resumen de todo el viaje. Go Pro, Go Go!!!
La gran Saigón me esperaba con sus miles de motos creando el mayor caos automovilístico que he presenciado. Era una parada de rigor y practicamente fugaz, ya que el año anterior había tenido la oportunidad de patear la urbe en compañia de Katy.
Dediqué mi tiempo a cenar y tomar birras con la gente del hotel, arreglar mi reloj en los puestos callejeros y ver en los parques como entrenan a la indiaca. Destacaré el Museo 3D de Artinus al que dediqué toda la mañana del dia de después. Fotos tan chulas como estas:
Por cierto, ayuda para futuros viajeros, Vietnam en casi todo su territorio tiene una especie de Uber de moto taxis llamado GrabBike que es baratisimo. Os pongo en contexto: 80 céntimos desde el centro al aeropuerto, unos 45 minutos de trayecto.
Elegí de nuevo el avión como medio de transporte para dirigirme a Phu Quoc. Es una isla situada en la costa camboyana pero que pertenece a Vietnam. No es que decidiera ir aqui por un motivo en concreto, pero ayudó bastante que mi amigo y ex-compi de piso Matteo y toda su familia checa estaban de vacaciones por alli. Casualidades que tiene la vida.
Conocí a Olivia en el aeropuerto, una chica holandesa profesora de inglés en Vietnam y que casualmente también se alojaría en el mismo hostel que yo. Asi de fácil la cosa fluyó y fluyó, que estuve una semana entera disfrutando de la playa y de mis amigos.
Muy buenos momentos en el cumpleaños de Veronika, los viajes en Scooter por toda la isla, las mariscadas y los restaurantes indios, los escorpiones salvajes, la visita a la antigua cárcel, alguna pequeña cascada e incluso otra infinity pool a orillas del mar.
La isla en sí, es bastante grande y tiene varios lugares dignos de ser visitados. El alojamiento queda algo más limitado a la parte que está entre el aeropuerto y la población de Le Bat, donde están todos los resorts y la única playa limpia, que es donde pasamos la mayor parte del tiempo. Una pequeña crítica aquí a los propios vietnamitas, que son ellos (y no todos los turistas) los que pasan del reciclaje y de la recogida de basura.
Hay una pequeña isla deshabitada en el norte conectada a tierra por un puente hecho de bambú donde pasamos una mañana muy agradable con una familia local y su travieso hijo :)