sábado, 16 de noviembre de 2019

Gran Canaria - Tenerife

Tras el veranito por el Este de Europa, era hora de explorar un poquito más mi propio pais y visitar de nuevo un poquito de mar. No pude resistir la tentación de pasar más de 3 semanas por tierras alicantinas en Torrevieja como ya es tradición, pudiendo disfrutar de las amistades que, año tras año, intentamos seguir viéndonos. Y alguna boda que otra también calló, con discurso incluido.


Y mi regalo de cumpleaños que pude "abrir" por whatsapp en algún rincón de Rumanía, resultó ser un vuelo a la isla de Gran Canaria para una vez más, reunirme con mi hermano. Y como dato curioso, en menos de mes y medio había disfrutado de 3 aguas diferentes, el Mar Negro, el Mediterráneo y ahora el Océano Atlántico.

Primera parada pues, Las Palmas de Gran Canaria, capital de la isla y a su vez de la provincia. Hubo surf, hubo snorquel, hubo playeo en Las Canteras y muy buena comida isleña. Uno de los dias hicimos un entreno por el paseo hasta llegar al mirador de la Cruz, desde donde se aprecia toda la ciudad.

Uno de los puntos más altos de la isla es el conocido como Roque Nublo, situado a 1813 metros de altitud y donde se ven unos atardeceres con colores espectaculares y donde los dias más despejados se divisa incluso el pico del Teide en la isla vecina. Obviamente tuvimos que ir a verificarlo y, después de la pequeña caminata de unos 45 minutos desde el parking más alto, disfrutamos efectivamente de un atardecer increible acompañados de unas cervezas Tropical.



Un aspecto climático que me llamó la atención de la isla, es la llamada Panza de Burra, que es un nubarrón permanente en la ciudad de Las Palmas provocando un microclima algo más suave que en el resto de la isla, donde el sol azota de lo lindo.

Ya que era mi primera vez en el archipiélago, era obligatorio aprovecharlo al máximo y decidimos ir a visitar la isla más grande, Tenerife. Unos amigos de mi hermano nos alojaron de maravilla en su casa y pasamos un par de dias explorando parte de la citada isla. Santa Cruz de Tenerife y Puerto de la Cruz fueron las dos poblaciones por las que paseamos y saboreamos su gastronomía en los guachinches de la zona. Los guachinches son una especie de restaurantes con licencia especial que suelen estar en los garajes o casas aledañas de familias, donde cocinan platos típicos y muy muy caseros.


Tras pasar todo el dia por la playa de las Teresitas, comimos en otro guachinche en plena montaña dentro de unas cuevas muy peculiar. Después nos echamos una señora siesta hasta media noche para empezar la gran aventura del viaje, el ascenso al Teide nocturno.


Uno de los alicientes de hacerlo por la noche es poder ver el amanecer desde la cumbre y ahorrarte el permiso del parque natural que es obligatorio a partir de las 9 de la mañana. Pues allí estábamos Uxia, Victor, mi hermano y yo. Salimos de la ciudad sobre media noche y llegaríamos en coche hasta el principio del Sendero de Montaña Blanca situado ya a 2348 metros, donde nos esperaban unas cuantas horas de ascenso en la noche tinerfeña. Sobrevaloramos la dificultad y tiempo de ascenso, haciendo la primera parte hasta el Refugio de Altavista en 2 horas menos de los esperado, y sin ir especialmente rápido.


El refugio tiene una lista de espera de varios meses para poder pasar la noche, y no pudimos reservar. Nosotros, junto a otros varios montañistas, pasamos unas 2 horas al frio que empezaba a apretar, intentando mantener el calor debajo de una manta térmica. Aquí es donde empezó el sufrimiento por haber, esta vez si, infravalorado la temperatura, que atizaba por debajo de los 0 ºC y descendía aún más la sensación térmica.


El siguiente tramo del ascenso se hizo en escasa hora y media hasta la estación de la Rambleta del teleférico y el frio empezaba a ser una cosa insoportable. Nuestro par de camisetas, cortavientos y polar, ayudaban pero no protegían lo suficiente. Estábamos  ya a cota 3555 m.

El último tramo, que eran escasos 700 metros para llegar a la cumbre y 160m de altura más (que se tarda unos 30 minutos), era obviamente el más frio y donde más pegaba el viento, por lo que yo y Uxía nos dimos la vuelta al estar cercanos a la hipotermia.

Esperamos a los otros dos intrépidos en la plataforma de la Rambleta viendo el amanecer, debajo de la manta e incluso bebiendo algo de ron miel para entrar en calor. Mismas vistas en realidad y mismo esfuerzo que llegar a la cima, pero espinita clavada por no culminar debido a nuestra falta de equipamiento.


La idea era descender en el propio teleférico para ahorrarnos unas horitas después del ascenso duro, pero cerró justo ese dia por inclemencias meteorológicas. Vamos, que hacía un viento helador que flipas y por lo tanto nos tocó bajar a pata. Bajamos a un ritmo vivo y ya con los primeros rayos de sol hasta el refugio, donde nos pudimos tomar un café en el hall antes de seguir con el descenso. Cuando llegamos a la base de la montaña blanca decidimos bajar corriendo los últimos 5 km que restaban. Nuestra preparación de ropa había sido deficiente, pero la planificación de comida, bebida, geles y barras energéticas fue perfecta, porque energía nos sobraba.

 


De nuevo a nivel del mar, volvimos a otro guachinche y una pequeña siesta antes de coger rumbo de nuevo a Gran Canaria y despedir a la hospitalaria pareja.


Mi último dia por el archipiélago fue en la zona sur de la isla, en Maspalomas. Disfrutamos de sus dunas, de la playa y de su puerto lleno de turistas.



Pora finalizar nos dimos un homenaje a pescaditos en el famoso restaurante El Boya en Arguineguin y cafetito y último baño en el Puerto del Mogán.


Así acababa mi primera visita a islas nacionales. Y es que a veces señores, no hace falta salir de España para encontrar el paraiso. Próximo vuelo en pocas semanas...

martes, 17 de septiembre de 2019

Transnistria, the country that doesn´t exist

Uno de los objetivos de mis viajes suele ser visitar sitios nuevos y aprender de primera mano la historia de cada uno de ellos. Pues bien, la siguiente zona, no tenía ni la más remota idea de que existía y apuesto a que la mayoría de vosotros tampoco.
Parece ser que en en 1990 la región que hay al Este del rio Dnister, declaró su independencia unilateral de la República de Moldavia, lo que culminó en una guerra civil en 1992 coincidiendo con el colapso de la Unión Soviética. Es un pais de facto, ya que controla sus fronteras, tiene su propia moneda, pasaportes, ejército, gobierno y demás, pero no es reconocido internacionalmente por ningún Estado soberano ( a excepción de los tampoco reconocidos estados de Karabaj, Abjasia y Osetia del Sur). El "pais" en cuestión es conocido como Transnistria o Transdniester (haciendo referencia al rio) o en ruso como Pridnestrovia. Es una zona autogobernada con un sistema soviético con muchos guiños a Rusia pero sobre todo a la ya extinguida URSS. De hecho en esta región la lengua rumana desaparece por completo y se habla 100% ruso. También hay mucho de política geoestratégica en el lugar, ya que Rusia tiene un consulado y ha desplegado miles de militares por el territorio sin consentimiento obviamente de Moldavia.
Por curiosidad si lo buscais en los mapas, no existe ninguna frontera política (aunque sí fisica, que es la del propio rio) y se denomina Unidad Territorial Autónoma con Estatus Jurídico Especial Transnistria.


Mi curiosidad fue la culpable de coger un autobús desde la capital moldava con destino Tiraspol, la considerada capital de Transnistria. Crucé una frontera militar donde me dieron un visado de 5 dias pero sin sello en el pasaporte. Y a mi llegada me sentí como si hubiera viajado en el tiempo quizás 40 o 50 años. Es la zona más soviética que he visitado hasta el momento, con sus estatuas de Lenin y la hoz y el martillo por todos los lados.



Tuve que llevar dinero en efectivo para poder cambiar allí, dado que sus bancos no admiten las visas o mastercard occidentales. Y también tuve problemas para encontrar el hostal ya que la cobertura y el gps del móvil tampoco funcionaban. Pero ¿qué esperaba? Estaba en un sitio que no existe. Los nacionales de Transnistria no pueden viajar con su pasaporte fuera del pais, por lo que algunos tienen nacionalidad moldava, ucraniana o rusa. La contradicción llega hasta el punto que tienen visado gratuito en los otros 3 paises no reconocidos, a los cuales no pueden llegar de ninguna forma porque no tienen aeropuerto.


Me alojé en un hostal muy acojedor donde sorprendentemente llegaban backpackers tan fuera de lo corrientes como yo. Aproveché la tarde para darme un paseo por las calles principales de Tiraspol y de darme un baño en el disputado rio Dnister donde, a su modo, tenían una "playa".


Llegaron unos polacos, que habían conducido desde Wroclaw hasta allí, y me convencieron para salir un rato por la noche a las peculiares fiestas en los barcos soviéticos. Consistía en un barco que navegaba un rato por el rio con música estridente a todo volumen del folclore ruso y donde los alcohólicos locales daban sus últimos tumbos antes de dormir. Toda una experiencia dificil de describir.


Al dia siguiente yo quería haber reservado un tour a sitios abandonados que ofrecía el hostal, pero por falta de gente no fue posible. Sin embargo, en el flyer donde había descubierto la existencia de Transnistria había un número de contacto. Tras una buena campaña de márketing por whatsapp me convenció a mí y a un alemán de hacer un tour con él al que se unirían otros dos españoles que regogeríamos en el tren.



El tour en sí no fue nada especial, sobre todo para lo caro que fue (25 € por barba pagamos). El personaje en cuestión, nos enseñó varios edificios mientras nos contaba historias muy aleatorias y carentes de interés. Visitamos la ciudad de Bendery, también dentro de los "límites" transnistrianos pero en la parte moldava del rio. Allí hay una fortaleza que puede ser lo más remarcable de todo el pais, muchos monumentos a la guerra, con sus tanques y sus símbolos leninistas. Visitamos un parque de atracciones semiabandonado e incluso un museo en la antigua estación de tren.

 








Nuestro guia, al que no daré la más mínima publicidad, nos abandonó en Bendery mientras el se iba a su verdadero trabajo de oficina y nos citó 2 horas más tarde en una cantina soviética para almorzar. El comedor no tenía desperdicio.

 

Una cosa supercuriosa también eran una tirada especial de monedas del año 2014 que eran de plástico. Una frikada bestial.


Y aquí empieza la verdadera aventura porque me puse malísimo. Es de 1º de mochilero no beber agua del grifo en zonas poco desarrolladas, pero después de preguntar a varias personas y que me dijeran que era totalmente potable y quizás tras más de 1 litro de agua....llegó una gastronteritis vírica de grandes proporciones. La noche la pasé prácticamente en el baño del hostal y los dolores de barriga no cesaban y mi deshidratación cada vez era más evidente. Por la mañana apareció incluso fiebre por lo que la mujer del hostal me propuso que me viera un médico. Al no poderme mover, la ambulancia vino a por mi. ¡Qué ambulancia señores! Típico carro de combate de la II Guerra Mundial donde me tuve que meter y acabar en el hospital. Y...... ¡que hospital señores! Eso parecía sacado de una película de Tarantino, con grandes posibilidades de coger más infecciones o simplemente desaparecer del mapa. Pero ahi estaba yo aguantando como un jabato mis horas de hospitalización y mis antibióticos y suero por vena. No quiero ni recordar los detalles. Por cierto, todo gratis, el sistema comunista es lo que tiene.



Sentirte vulnerable diplomáticamente acojona un poco la verdad, ya que me encontraba en una región sin protección consular y aunque aparentemente segura, es donde se concentran los mayores traficantes de armas de Europa del Este.


Mi viaje se veía truncado por salud y decidí quedarme en el hostal a recuperarme 3 dias más. No sé si publicitar a LikeHome Hostel por el gran trato recibido por esa familia liderada por Eugenia será suficiente para agradecerles todo lo que hicieron por mí.


Haber estado enfermo, el trauma hospitalario, que mi amigo Tobi no vendría finalmente a Odessa en Ucrania (el siguiente punto en teoría) y que tampoco estaba en mi mejor momento anímico, propiciaron que mi viaje acabara aquí. Volví a Chissinau cuando tuve fuerzas y cogí un vuelo de vuelta a España. Con sus respectivas 3 semanas por Torrevieja para rematar y vuelta a los entrenos.

Por cierto...siguiente destino en pocos dias...