domingo, 1 de mayo de 2016

Vilnius, Lithuania

Pues como adelantaba en el post anterior, el siguiente destino sería el último de los paises bálticos que me quedaba por ver, Lituania.
Excusas que propulsaron el viaje fueron la presión nómada que me caracteriza, la ocasión de tener de nuevo una persona conocida en el pais (Darius, que conocí meses atrás en Laos) y el ofertón que brindaba Ryanair con vuelos por 70 euros ida y vuelta desde Madrid.
Una vez más, mi compañero de viajes sería mi propio hermano. Encontramos un hostal muy cerca de la estación de tren, donde nos dejaba el autobus del aeropuerto y acto seguido, fuimos al encuentro de mi colega Darius para comernos una enorme hamburguesa en un sitio hipster de moda. Estuvimos visitando todo el centro de la capital, con el aliciente de la presencia de un mercado gastronómico anual por todas sus calles. El frio apretaba, pero al menos no llovió o nevó en ningún momento.


Uno de los sitios más emblemáticos de Vilnius es la Torre de Geminidas, desde donde se observan unas vistas espectaculares. Si no me equivoco, es una de las varias torres que antiguamente estaban unidas por una gran muralla medieval, ya practicamente desaparecida. Dentro de la torre hay una pequeña exposición sobre la historia reciente del pais y la parte más llamativa fue la cadena humana que formaron miles de personas en 1989 desde Tallin a Vilnius a través de más de 600 km de longitud en forma de protesta y de enfrentamiento a las tropas soviéticas que pretendian ocupar de nuevo las repúblicas. 



La noche de Vilnius ofrece cientos de posibilidades y nosotros lo dimos todo en dos o tres discotecas del centro. Darius se retiró algo más pronto dado que jugaba al baloncesto al dia siguiente. A remarcar este dato, siendo los lituanos las personas más altas de toda Europa, lo que nos dejaba en una situación de desventaja ridiculamente grande a mi hermano y a mi.

La ciudad en si, recuerda muchisimo a la arquitectura e infraestructuras ex-comunistas de aquellos paises que tuvieron influencia o estuvieron bajo mandato de la Unión Soviética, pero a su vez, tenian una similitud escandinava en la forma de vestir, los tipos de locales y sobre todo, el dato más asombroso, todo el mundo habla inglés. 


El dia siguiente lo dedicamos a patearnos la ciudad un poco más, visitamos un museo de las víctimas del comunismo, estuvimos por el barrio artístico de Uzupis e incluso hubo tiempo para recibir un masaje de brazos y espalda en un Spa. Acabamos de la misma forma el dia, tomandonos unas copas en los garitos del centro.

La visita al pueblo de Trakai era casi obligatoria en caso de tener tiempo, y nosotros hicimos lo propio. Es una localidad a unos 30 minutos en autobus desde el centro, donde un castillo de tejas rojas emerge en un pequeño islote rodeado por un lago, que en esta época del año, estaba por supuesto congelado. Comimos en un restaurante de lujo armeno con unas pedazo de vistas y anduvimos paseando por los alrededores.

 

De vuelta a Vilnius, cenaríamos en un restaurante tailandés y una chica de forma espontánea se unió al ver que hablabamos español. La debimos de caer bien, dado que acabamos tomando dos copas más en otros dos bares y nos llevó con su coche al hotel Radisson para tomarnos otra copa en el bar de la planta 22. Muchas gracias Aurelija!!


La mañana antes de irnos, desayunamos con Darius y fue el encargado de llevarnos al aeropuerto en coche, despidiéndonos así de un pais curioso, de gente amable y educada y muy recomendable.


Acto seguido a mi vuelta a España a mi hombro le pareció una idea estupenda luxarse y tener que usar cabestrillo durante varias semanas. Pero de eso ya os dareis cuenta en las fotos de mi siguiente destino, que sería Paris. Oh lalá


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