lunes, 18 de febrero de 2013

Sri Lanka IV: Sigiriya, Polonnaruwa, Bentota

Nuestra aventura continuó por la parte norte de la isla, donde los restos de las monumentales ciudades antiguas nos esperaban.
La primera parada fue la gran roca de Sigiriya, quizá una de las zonas más visitadas de toda Sri Lanka. En su tiempo fue un gran palacio construido en lo alto de una roca para una mejor defensa por tierra. En la entrada, a medio camino, aún se pueden ver las garras del león talladas en la propia piedra de lo que un dia fue la perfecta silueta del animal. De hecho, una de las garras está totalmente restaurada, dado que los tigres de Sri Lanka (terroristas por la independencia del norte) la volaron por los aires hacia unos años. 
Recuerdo el gran enjambre de abejas (alertados previamente por internet y todo tipo de guias de viajes) que sobrevoló por la roca mientras nosotros, tirados en el suelo, intentábamos que no cundiera el pánico.








Aunque nuestra visita fue muy temprano en la mañana, el sol pegaba fuerte, por lo que un sombrero de paja hizo su perfecta función. Los frescos a mitad de la ascensión son también una maravilla de contemplar, no tanto por su calidad o elegancia, sino por su antiguedad (algo asi como que 1500 años).


Tras la dura pero bonita excursión, nos limitamos a descansar en el hotel luchando con una plaga de ranas que teníamos en el cuarto de baño :)


El dia siguiente nos dirijimos a las ruinas de Polonnaruwa, dificiles de ver en su totalidad dada la gran extensión de todas ellas. Vimos lo que pudimos o lo que querimos y disfrutamos de una tarde de piscina gentileza de de un hotel donde hicimos parada para almorzar.












Lo más impresionante probablemente fue el gran buda reclinado en Gal Vihara, parte de las ruinas de Polonnaruwa:


Hicimos noche en Anuradhapura, donde se planificaba visitar sus ruinas también a la mañana siguiente. Pero decidimos cambiar el planning del guia y que nos dejara en una zona de playa al sur para descansar el último dia, cansados ya de visitar tanta ruina con el clima seco que azotaba la zona. Dicho y hecho, elegimos un pequeño pueblo no muy lejano de la capital llamado Bentota. Despedimos a nuestro guia y nos las apañamos para encontrar un hostal cerca de la arena. Dimos con uno muy económico regentado por una pareja de eslovenos y nos relajamos los últimos dos dias bañándonos en las cristalinas aguas del mar índico.


Para finalizar la gran experiencia, decidimos volver a Colombo en un autobús local (más bien una furgoneta con pilas de asientos) 'disfrutando' de un viaje muy singalés. Algo más de 1 hora tardamos en llegar a la capital, donde más tarde un tuk-tuk nos llevaría a casa de Chamila. Cenamos en un restaurante a orillas de la parte sur de Colombo y nos relajamos tres o cuatro horas en la morada de mi amigo antes de partir de nuevo a la desarollada y aburrida Europa.

Gracias por todo Chamila, un viaje espectacular.


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