domingo, 16 de septiembre de 2018

Nepal 2018: Kathmandu, Bhaktapur, Nagarkot trek

La vuelta a Katmandú, como ya adelanté en el post anterior, no fue muy bien recibida por el estómago de mi hermano, el cual le limitó a estar entre la cama y la taza del váter durante dos dias. Ponerse malo del aparato digestivo es muy común en paises en desarrollo, dadas las condiciones higiénicas deficientes a la que nuestro mal acostumbrado sistema inmunológico occidental no es capaz de hacer frente. Véase ejemplos mios en Estambul en 2011, en Pai en 2015 y en Koh Rong en 2016.


Compré algunas medicinas para bajar su fiebre y suero para que no dejara de hidratarse y quedé con Amanda, que también estaba ya por la capital, con la que pasé los dos dias disfrutando de la gastronomía nepalí, del caos de la ciudad y de alguna cerveza Everest y Gorkha que otra.

Aún así, en nuestras primeras horas, visitamos la Durban Square y nos registramos en una carrera solidaria que dias más tarde correriamos. A duras penas, el segundo dia, fuimos a visitar también la Boudhha Pagoda con un amigo alemán de mi hermano y su padre, con el cual estaba finalizando su viaje por el mundo de más de 2 años.


Acabamos el dia viviendo uno de los rituales más habituales en el mundo hindú en el paso a la otra vida, la incineración de cuerpos a la orilla del rio Bagmati. Una ceremonia diaria a la puesta del sol muy famosa en el templo crematorio de Shree Pashupatinath, que no deja indiferente a ningún occidental. No hice ninguna foto, obviamente por respeto a los difuntos y familiares.

Una vez que las indisposiciones de mi hermano empezaron a remitir, decidimos ir con Amanda a Bhaktapur, una localidad al este de la capital, que me encantó el año anterior y que está vez quería visitar en compañía. Caminamos aleatoriamente por toda la ciudad viendo la inmensa cantidad de estupas que la componen y los terribles efectos que el terremoto de 2015 dejó a su paso.

 

Miguelito y yo no hicimos noche ni siquiera allí y nos dirigimos en un autobús local al pequeño pueblo de Nagarkot, ya a pies de los Himalayas. La idea sería intentar hacer un pequeño trekking desde allí, si la lluvia que empezaba a asolar la zona apaciguaba. Dormimos en un pequeño hotel (en el cual estábamos absolutamente solos dada la temporada baja) y nos levantamos a las 4:45 am para empezar nuestra caminata. Una hora de ascenso en la oscuridad (aunque íbamos equipados de cabezales con linternas) para llegar a un View Point, donde en teoría podríamos divisar el pico del Everest, la cima más alta del planeta. Digo en teoría, porque eso solo sucede si el dia está completamente despejado y no tuvimos esa suerte, por lo que vimos cuatro arboles, mucha niebla y cuatro o cinco personas tan inconscientes y decepcionadas como nosotros. Al menos descansamos en un puesto de té, donde desayunamos y cogeríamos fuerza para el dia de trekking que nos esperaba.


En realidad fue un paseo bastante agradable de unas 5 horas (y sin lluvia), casi todo el tiempo de bajada por varios pueblos pintorescos. Nuestra meta era el templo de Changunarayan, construido en el siglo 7 y considerado el más antiguo de todo el pais. Tuvimos una conversación de fútbol con un monje y comimos en un restaurante local donde había una pareja de voluntarios españoles.

 

Un autobús nos llevaría de vuelta a Katmandú, donde volvimos a quedar con Bijay para cenar y hablar de la situación en Bangthali con algunas ideas de cómo mejorarlo. Por coincidencia en fechas tuve la gran casualidad y honor de encontrarme con Haizea, una sonriente chica que fue parte de mi viaje por Laos casi tres años atrás. Acabamos la noche de cerveceo por el Rock Bar de Thamel.


El dia siguiente en Katmandu, haríamos escalada en un rocódromo y nos daríamos un merecido masaje de pies. Hicimos recuento de las comidas típicas que habíamos probado: momos, pakodas, dal bat, somosa, lasi, curd (king curd en Bhaktapur), y la maravillosa (y asquerosa para algunos) cerveza artesanal tibetana Tongba.


El dia que se iría mi hermano, nos dio tiempo a madrugar y correr en un evento solidario contra el Parkinson por las calles polvorientas del centro de la ciudad. Fue una carrera de 5km inolvidable por la falta de medios y coordinación con el tráfico el cual no cortaron en ningún momento y a su vez gran esfuerzo e ilusión de sus organizadores. Aviso para la posteridad: la altura, en esas circunstancias, se nota de cojones.


A mí por mi parte, me quedaban dos dias más, que aproveché para visitar con Amanda bares y cafeterías de Thamel y rincones de la ciudad que no conocía como el Garden of Dreams (G.O.D.), un oasis en medio de la contaminación.

 

Siempre es triste despedirse de un pais como Nepal, pero sé que no será mi segunda y última vez.  Paradita en Doha y vuelta a Madrid con la mente en skyscanner para mi siguiente destino. Atentos a 2019 porque vendrá cargadito...

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