lunes, 12 de septiembre de 2011

Istambul II

Seguiré contando la aventura turca por donde me quedé.
El jueves fue momento de visitar el Palacio de Dolmabahçe, que fue residencia de algún sultán del Imperio Otomano, no preguntéis quién, pero si aún viviera ahora gozaría de vistas al estadio del Besiktas. De esta visita la verdad tengo pocas fotos, dado que estaban prohibidas las mismas en los espacios interiores. En esta ocasión la visita era guiada, que no la prestamos mucha atención tras recorrer cientos de metros por salones y habitaciones de riqueza incalculable.
Previamente y de camino al palacio, fuimos recorriendo alguna que otra mezquita. No lo conté en el post anterior, pero la llamada al rezo es normalmente de 5 veces al dia, de no ser que te encuentres en un distrito aún más religioso (exactamente donde se localizaba nuestro hostal) y sean 6 veces las que una voz se pase cantando durante unos minutos no se qué historias de Alá a todo volumen. Esto no es molesto e incluso te acostumbras, exceptuando la primera del dia, que no sé a que mente privilegiada se le ocurrió ponerla a las 4 y media de la madrugada.









La tarde la aprovechamos para ver las Islas Príncipe, situadas ya en la parte asiática en el mar de Mármara. Cogimos un ferry y decidimos parar en la tercera isla. Dimos el merecido paseo e incluso yo me atreví a darme un chapuzón en el mar. Nos olvidamos de los bañadores en el hostal, cosa que no impidió que usara mis propios pantalones como traje de baño. La orilla, que menos que curiosa, con cantidad de mujeres tapadas hasta los tobillos....¡que calor!







Al regresar, el cansancio hizo que Carmen cayera rendida de sueño, pero yo me animé a darme el ya conocido paseo nocturno por el puente pesquero. Error grave el que cometí, no sé exactamente si fue el bocadillo de pescado, los mejillones o incluso haber cogido frío con la gracia del pantalón-bañador mojado toda la tarde, pero a eso de las 4 de la mañana, mi estómago petó. El resultado fueron unos pinchazos gastrointestinales insoportables y visitas al wc cada 10 minutos. La situación se prolongó de esta manera hasta el fin del viaje.

Aún enfermo, me resistía a quedarme en el hostal los dos últimos dias, estábamos en la capital de Turquia, y había que aprovecharlo. A Carmen se le ocurrió la maravillosa idea de ir a ver delfines y a nadar con ellos...pero las cosas no salieron como ella esperaba. Después de no se cuantos tranvias, metro y andar más de media hora, en el lugar señalado, dimos con el siguiente logotipo:



Una brigada especial de policia llamada Delfines...jajajajajaja Mi cara de diarrea y la de cordero degollado de Carmen no tuvieron precio.

El dia iba de mal en peor ;) Después de la caminata inútil, llegó el momento tan esperado por cualquier mujer del planeta: un dia enterito para ir de tiendas en nada menos que en el Gran Bazar. Aquí entraba en juego la habilidad del regateo y la de persuasión o incluso ignorar las ofertas con las que te asediaban tan interesadamente los comerciantes. Mis adquisiciones fueron un pequeño rosario, un Corán de bolsillo, una pipa de agua, unas Adidas falsas por 7 euros y un cuadro con una inscripción en árabe para la habitación. Carmen por su parte fue víctima de pasminas, bolsos, camisas, zapatos y demás regalos familiares.




El último dia, aún convaleciente por la maldita flora intestinal, fue tranquilito dando un paseo por la zona cercana al hostal y descansando sin excursión alguna.

Y sin más, vuelta a la República Checa, para terminar mis funciones en IBM y darme la última escapada a tierras escocesas antes de empezar en la nueva empresa. Entre tanto....ser malos!


No hay comentarios:

Publicar un comentario