El viaje continuaría desplazándonos a la zona de Viñales. Un trayecto en taxi de 7 horas que dio de sobra para pasar la resaca de las cancháncharas. Llegamos con suficiente tiempo para dar los primeros paseos por el pueblo y disfrutar de las vistas espectaculares del valle. La zona de Viñales se encuentra en un valle plano lleno de formaciones rocosas llamadas mogotes, solo presentes en el mundo en Tailandia, Vietnam, China y Cuba.
Esta vez nos alojamos en una guesthouse con piscina y buenas vistas, pero seguíamos teniendo el problema de la ausencia de luz, que empezaba a ser imprescindible para el funcionamiento del aire acondicionado o simplemente un ventilador porque el calor era cada vez más intenso.
Por la mañana, llegaría uno de los momentos más top y auténticos del viaje, adentrándonos en la inmensidad del valle a caballo y pudiendo visitar caminos de película e incluso visitando cuevas dentro de los mogotes.
La excursión incluía la visita a una pequeña planta de tabaco llamada Brisas del Valle, donde su trabajador "El Palillo" nos contaba la vida del campesino a la vez que nos ofrecía guayaba (aguardiente), café y puros artesanos.
El día invitaba a la primera carrerita del viaje de 6 km por las carreteras selváticas de Viñales y culminaría con una noche de birras en los locales de la zona.
El día posterior no pintó muy bien para el autor de este blog, debido al mal del viajero, intoxicación alimentaria o brutal gastroenteritis, cualquiera de sus denominaciones. Dia entero de reposo, con innumerables visitas al lavabo y mucho mucho suero, que en previsión llevé desde España. Mi hermano y Caso se fueron a disfrutar de un día de playa en Cayo Jutía, pero yo no pude acompañarles.
El día siguiente las cartas se tornaron y fue el turno de mis dos acompañantes a los que el estómago les empezó a fallar, a la vez que yo empezaba a recobrar fuerzas. Por la mañana me alquilé una bicicleta para ir al Mural de la Prehistoria, un enclave que años atrás atraía infinidad de turismo y que ahora sufre una gran decadencia. Son unas pinturas gigantes en una cara rocosa de un mogote hechas por un artista en los años 60, considerándose una de las pinturas al aire libre más grandes del mundo.
Dejamos Viñales para el tramo final del viaje y pasarlo por la capital cubana, La Habana. Tras un colectivo de 4 horas, llegamos a la ciudad con la intención de pernoctar en alguno de los hoteles de la gran avenida, pero los precios eran intratables para cualquier viajero en budget, y acabamos en un hostel, que fue el mejor alojamiento sin ninguna duda del viaje, teníamos luz y aire acondicionado!! Los cortes de luz parecen generalizados en todo el país, pero parece que con ayuda de generadores e incluso para incentivar el turismo, se notan menos en La Habana.
Pateamos las calles de La Habana Vieja, sorteando estafadores y jineteras, para acabar cenando en el "Chanchullero", un local algo turístico, pero con muy buen rollo.
Por cortesía de un contacto de Caso, nos invitaron a desayunar en el Hotel Gran Packard, el más lujoso de todo el país. Después, decidimos hacer nuestro tercer Free Tour del viaje, donde nuestro guía esta vez nos explicó y mostró las diferencias entre las tiendas privadas y del gobierno, y nos enseñó los entresijos de las calles más transitadas de la ciudad. Visitamos también la fábrica de ron Havana Club y tras cenar con gente de la Embajada, nos dimos una vuelta por la inauguración de temporada de un complejo de discotecas mezclado con sala de exposiciones de arte llamada La Fabrica de Arte Cubano, sitio 100% recomendable.
Los últimos dos dias por la capital antes de regresar se resumirían en vueltas por la calle Obispo, la Bodeguita del Medio y la Floridita, carreras por el Malecón, noches en la Fábrica, compra de souvenirs por los almacenes San José e incluso alguna mini clase de boxeo en los gimnasios míticos de Jesus Montane Oropesa y el Trejo Club.
Viaje lleno de contrastes, que desmitifican para mi el paraíso de playas de arena blanca y mojitos, para vivir la realidad de un pais al borde del colapso más absoluto, pero lleno de buena gente acogedora y hospitalaria que hace que la experiencia sea imborrable. Y me despido con el Comandante Ernesto Ché Guevara, héroe para algunos y villano para otros, que dejó marcada toda una nación con el lema ¡Hasta la victoria siempre!
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