domingo, 25 de agosto de 2019

Romania: Constanta, Vama Veche, Bucharest, Timisoara

La idea del verano era de nuevo el Este de Europa y sobre todo conocer bien a fondo uno delos pocos países europeos que me quedan, Rumanía.

Volaría desde Alicante donde me fui dos días para aprovechar y ver a mi querida Amanda, la que conocí en Nepal, que estaba de voluntaria granjera por la zona. Entre tanto, Vela y mi hermano calentaban motores en el país de los Cárpatos viendo algo de Transilvania que yo visitaría más adelante. 

Una vez aterrizado en la capital rumana, los dos susodichos me recogieron en el aeropuerto y nos fuimos al mar directamente, concretamente a Mamaia, una línea de costa que divide el propio Mar Negro y el Lago Siutghiol y donde se encuentra la mayor concentración de discotecas y sitios para salir de toda Rumanía. En realidad es una zona de resorts colindante a la ciudad de Constanta, lugar que pateamos por la mañana, destacando sin duda su paseo marítimo y su gran Casino abandonado.




Y ahora viene la decepción. En todo sitio de fiesta veraniega que se precie se espera una masificación de gente y decenas de opciones para salir. Y así parece ser que es Mamaia (la Ibiza rumana la llaman), pero únicamente los sábados y domingos. El resto de dias de la semana es un sitio de playa tranquilo con absolutamente cero ambiente por la noche. Imaginad que fuimos a pasar las maravillosas noches de martes y miércoles. Dias, por tanto, de mucho relax y de algo de deporte playero es lo más que puedo contar.





El último dia de mi hermano y Vela sería completito. Decidimos bajar hacia al sur hasta la frontera con Bulgaria, a un pueblecillo hippie costero llamado Vama Veche. Sin ninguna duda, este lugar hubiera sido mejor opción desde el principio por su ambiente y precios, pero como alguien dijo, más vale poco que nada y pasamos una muy buena mañana de playa culminando con pescaitos fritos para comer.






Volvimos a Bucharest justo a tiempo para poder hacer el Free Walking Tour de la ciudad, a la vez que yo me ponía en contacto con una antigua compañera rumana de trabajo que al parecer estaba por allí. Elena y Theo hicieron aparición pues y nos dejaron muy amablemente darnos una merecida ducha en su hotel para poder quitarnos la sal y estar presentables para una noche larga de fiesta. No teníamos alojamiento dado que nuestros respectivos vuelos salían demasiado pronto para que pagar una noche de hostal mereciera la pena. Dicho y hecho, un pedo como un castillo por los garitos más que animados de Bucharest y directos al aeropuerto.


Mientras Miguelito y Vela volaban de regreso a España, yo cogía un vuelo interno para llegar a la ciudad del oeste de Rumanía, Timisoara. Por unos dias mi aventura continuaría solo. La llegada a Timisoara no diré que fue un camino de rosas. Llegué sin dormir, con resaca y sin poder hacer el check-in temprano. El hostal sin ningún tipo de ambiente no merece las mejores críticas y qué decir que mi compañero de habitación ganó la lotería con los chinches de la cama puagg :(

Al dia siguiente cambié de hostal, siendo todo un acierto, aunque estuviera más alejado del centro, con buen ambiente y sobre todo, limpio. Caminé mucho por toda la ciudad visitando los principales puntos de interés, la Piata Unirii, la exhibición de la revolución del 89, Piata Victoriei, Metropolitan Cathedral e incluso el museo del comunista consumista.





Como curiosidad también estuve en un bar que tiene un pequeño museo con reliquias comunistas en el desván. Tuve tiempo de entrenar junto al rio y caminar hasta el museo de historia de Banat,que no deja de ser un pequeño asentamiento de casas rumanas de hace dos o tres siglos. Para finalizar la visita en Timisoara decidí pasar la última tarde por la piscina municipal y refrescarme del intenso calor que azotaba Europa.





 La siguiente parada sería Cluj Napoca, al norte del pais, pero el viaje hasta allí merece contarlo en el siguiente post. Atentos:)



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