Con el fin del verano, llegaría el viaje más esperado del año, un viaje hacia tierras poco exploradas por mi parte, el Caribe y más concretamente la famosa y carismática isla de Cuba.
Las recomendaciones iniciales por autóctonos y turistas que habían estado allí hacía poco tiempo, no invitaban a visitar el pais, pero mi hermano, un amigo suyo y yo, decidimos que las situaciones nunca son las idóneas, y ahí es donde está lo interesante.
La isla atraviesa una crisis económica, de combustible, eléctrica, alimentaria, de medicamentos y social que supera las muchas que los cubanos han atravesado desde el supuesto triunfo de la Revolución. No tener electricidad supone no poder guardar la cadena del frio en los alimentos y por ende vivir al dia. Lejos de los resorts y de las playas paradisiacas, mi experiencia cubana no me dejó para nada indiferente y se narra a continuación.
Para comenzar bien a gusto, coger vacaciones tras un verano largo y tedioso tiene sus consecuencias y aterricé ya en el pais con claros síntomas gripales que dificultaron mis primeros dias. Llegamos a la Habana y gracias a los contactos con la Embajada, tuvimos un cambio de moneda aceptable para disponer de cash en el pais, la única forma de pago en el territorio. El sistema monetario lleva varios cambios los últimos años, y en este momento solo hay una moneda cubana, el Peso Cubano con un cambio relativo a unos 1-330, pero que varia drásticamente dependiendo de la velocidad de la gran inflación que sufren. Nuestra primera estancia sería en la Habana Vieja, pero que no visitamos por las altas horas de la madrugada en las que llegamos. Nos alojamos en un HomeStay, que básicamente es alquilar una habitación dentro de una casa particular, donde te preparan incluso el desayuno a la mañana siguiente, por apenas 5-8 € por cabeza.
Según nos levantamos, pusimos rumbo a Santa Clara, una ciudad en el centro del pais, que no se encuentra en las más visitadas del pais, pero que nos encantó y recomiendo a todo el que esté interesado en algo de la historia reciente de Cuba. Alojados en la plaza principal, en la casa de un tal Miguelín, fue nuestro centro de operaciones para patearnos todos los alrededores, yendo hasta el Mausoleo del Ché Guevara, las inmediaciones del asalto al tren blindado y a iniciarnos en la noche cubana.
El segundo dia fue más guiado y organizado, gestionando un Free Tour, donde el guia nos explicó las andanzas del revolucionario Vaquerito y su asalto a la ciudad, donde dieron casi por conquistado todo el territorio y dieron comienzo a la Revolución Comunista. Comprobamos lo barato que podía ser comprar libros en las librerias del estado (unos 4 céntimos) y lo dificil que es encontrar ya artículos de primera necesidad a un precio asequible con los ínfimos salarios de los cubanos. Para ver la desproporcionalidad de un sistema comunista metido con calzador en un mundo capitalista, podemos poner a juicio el sueldo de un médico o un profesor (alrededor de 15-20 € al mes) con el precio de una cerveza en un bar particular (1-2€). Obviamente la gente exprime como puede las ayudas sociales y juega con el turista para sacarse un extra que sin él sería prácticamente imposible comer.
La época tampoco acompañaba en el clima, ya que los continuos chubascos limitaban los paseos en algunos momentos. Aún así, el tercer dia incluso nos dio tiempo a ver el Mausoleo por dentro y visitar la tumba de Ernesto Ché Guevara.
Nuestro viaje continuaría en la ciudad de Trinidad, algo más turística por su interés colonial y sus calles empedradas. La humedad allí llegaba casi al 100% haciendo las noches insufribles con el calor infernal y sin electricidad para usar aire acondicionado o siquiera un ventilador.
Antes de llegar a la ciudad, nuestro taxista nos enseñó varios puntos interesantes en le trayecto. La gran Torre donde se vigilaban las plantaciones de caña de azúcar trabajadas por los esclavos africanos, varios campos donde pudimos probar la caña de manera artesana y unos paisajes selváticos de película.
Las calles empedradas de Trinidad también fueron recorridas con éxito, también con la ayuda del tour que nos dio "La Negra", contándonos infinidad de historias de la localidad y abriéndonos un poco más los ojos en cuanto a la religión de la santería cubana y el gran descubrimiento del brebaje de la Canchánchara, un mezcla de ron y miel.
La ciudad de Trinidad también es muy conocida por la discoteca La Cueva, a la que practicamente hay que hacer senderismo antes de llegar a ella, en lo alto de una colina. Un sitio muy curioso, dentro de una caverna con sus estalactitas milenarias, donde todas sus paredes sudan y el calor se intensifica por dos.
Los dias en Trinidad pasaron yendo a la playa Ancón, visitando la ruta de Vegas Grande en el Parque Natural de Topes de Collantes, con su impresionante cascada con posibilidad de baño, las cancháncharas e incluso hacer nuestro propio café en alguna plantación remota.
El resto del viaje lo dejamos para el siguiente post, que aún queda....