Desde que era adolescente siempre soñé con la ruta transiberiana y hace ya 11 años, incluso fantaseé con hacerla mientras peleaba por sobrevivir ingresado en un hospital y me prometí a mi mismo que la materializaría en un futuro próximo. Uno de los viajes más esperados y ambiciosos de mi vida consistía en recorrer todo el continente asiático en tren a través de una famosa ruta férrea que ha sido la conexión del pueblo soviético desde hace 120 años.
Las tres variantes más conocidas son las siguientes:
- Transiberiano: de Moscú a Vladivostok, recorriendo toda la Federación Rusa de más de 10.000 km
- Transmongoliano: de Moscú a Pekín, variante en la cual a la altura del lago Baikal, llevando unos 2/3 de la ruta transiberiana, se desvía al sur pasando por la capital de Mongolia, atravesando la frontera china y llegando a Pekín.
- Transmanchuriano: de Moscú a Pekín, donde en este caso, se continúa por la ruta transiberiana unos miles de kilómetros más al este y se entra por China por la región de Manchuria sin atravesar Mongolia.
En mi cabeza siempre tuve claro que la segunda opción era la más llamativa y original, ya que visitabas 3 países muy diferentes entre si, y aunque le dimos muchas vueltas dada la situación actual con la guerra, al final mi hermano y yo, junto con la incorporación de Juanfran, nos aventuramos en uno de los viajes más increíbles que he hecho hasta la fecha.
El destino quiso que el dia de antes de partir hubiera un apagón durante horas a nivel nacional que puso las cosas más difíciles y a su vez interesantes sembrando muchas dudas e ingeniando un plan B para poder llegar a Madrid ya que los trenes se cancelaron.
La situación actual de Rusia mantiene una serie de sanciones con el mundo occidental que no permiten, entre otras cosas volar de manera directa desde ningún destino europeo, por lo que nuestra opción pasaría por hacer escala en Estambul. Aunque parezca contradictorio, el país lleva un año promocionando el turismo facilitando los visados de turistas online, cosa que antes no se podía. Rellenando un farragoso formulario con decenas de preguntas y requisitos, meses antes, habíamos conseguido dicho visado junto al seguro de viaje obligatorio.
La entrada al país, contra todo pronóstico, fue más sencilla y más amable de lo que jamás hubiéramos esperado. Sello en el pasaporte, huellas, fotito y pa' dentro.
Llegamos de madrugada por lo que habíamos reservado un hotel al lado del aeropuerto al que se podía llegar andando y donde podríamos esperar ya durmiendo a Juanfran que llegaba 1 hora más tarde.
Así empezamos el viaje visitando la gran ciudad de Moscú, que dio menos juego de lo esperado por el mal tiempo y la lluvia y el cierre del Kremlin y la Plaza Roja, dados los preparativos de la festividad del 9 de mayo. Aún así pudimos ver la iglesia de St. Basilio y nos dedicamos a hacer las gestiones iniciales necesarias para el viaje. Cambiar dinero, ya que tuvimos que llevarnos todo en efectivo, dado que las sanciones han deshabilitado el funcionamiento de nuestras tarjetas de crédito; comprar los billetes de tren de nuestra segunda parada, que fue de lo más sencillo; e ir familiarizándonos con Yandex, el equivalente a Uber en Europa.
Pateamos lo que buenamente pudimos dada la lluvia e incluso nieve, pasando por la embajada en un intento de obtener alguna idea de qué hacer, y tornándose en una situación y en un control de pasaportes enrarecidos que podíamos haber evitado. Visitamos el Bunker 42, que muestra de manera muy interesante los tiempos de guerra y de la era soviética.
El tren iniciaría sobre las 01:00 am, y tuvimos el placer de subirnos al número 2, el llamado Rosiya, que es el que hace la ruta transiberiana completa. Existen 4 opciones de viaje en la mayoría de estos trenes:
- Obshchiy (4ª clase): ideada para trayectos cortos, ya que solo reserva asiento como tal.
- Platskart (3ª clase): compartimento con cama en vagón abierto para unas 50-60 personas con un par de servicios.
- Kupe (2ª clase): compartimento cerrado para cuatro personas en dos literas.
- Spalny vagon (1ª clase): exactamente igual que el Kupe pero con mejores acabados en la modalidad de lujo.
Para nuestra primera toma de contacto, decidimos reservar un kupe, pero no hubo para los tres en el mismo, así que iniciaríamos en camas separadas, mi hermano y yo por un lado y Juanfran por otro. Primer tramo de unas 26 horas para recorrer unos 1500 km hasta la ciudad de Perm, celebrando el cumpleaños de mi hermanito a bordo de ese vagón.
La estancia en Perm, también lluviosa pero hicimos todo lo que pudimos para sacarle partido. Nuestro objetivo principal era llegar al Museo del único Gulag (campo de trabajos forzosos de la época comunista) que sigue en pie, a unas dos horas al norte de la ciudad, el llamado Perm-36. Tras comprobar que era un lugar ya poco transitado y que los tour privados también habían quedado en desuso, nos las apañamos para que un taxi nos llevara.
Al llegar, vimos que éramos los únicos visitantes del mismo, y, aunque había venta de tickets de manera oficial, el estado de las instalaciones se encuentra lamentable y poco cuidado. Parece ser que los fondos estatales ya no promocionan ese tipo de sitios y los están dejando en estado de semiabandono. No me meto si hay intenciones político-históricas de por medio.
Nuestro siguiente tren, volvería a ser el Rosiya (tren número 2), el cual nos fue atravesando media Siberia para recorrer 3400 km y llegar a la ciudad de Novosibirsk en unas 30-32 horas. Esta vez elegimos el platskart (3a clase) que para nuestra sorpresa fue más placentero y cómodo, por ser un sitio mucho más abierto y de mayor movilidad (a parte de costar la mitad). Empezamos a coger soltura con el idioma ruso, o al menos a poder comprar los billetes mediante notas de papel escritas en cirílico con nuestras demandas.
Novosibirsk es la tercera ciudad más grande de Rusia, tras Moscú y San Petersburgo, por lo que tenía mucho que ofrecer, a la misma vez que el tiempo mejoró bastante. Nos encontramos con una chica local, Dasha, en el mismo hostel, que nos acompañó a ratos y nos hizo estupendamente de guía por las calles de la ciudad. Hubo tiempo para salir de fiesta, entrenar en una pista de atletismo, explorar muchos cafés y sitios de brunch, ver el Glory Monument Park, alguna galeria de arte y sorprendernos con la estatua de Don Quijote en un bufete de abogados.
Dejemos más paradas y el resto del viaje para el siguiente post.