Nuevo año, nuevo diseño de blog. Llevaba bastantes años con el diseño actual y un par de banners indeseados que no lograba quitar, me han empujado a hacer este cambio, que por otro lado era necesario. Renovarse o morir.
Los doce meses que hemos dejado atrás, han sido quizás los más extraños que he vivido hasta la fecha (ya nunca osaré predecir los futuros, dada la película de ciencia ficción que estamos viviendo) y las entradas del blog han sido prácticamente inexistentes, por el simple motivo de la forzada falta de viajes.
Lo más sensato y lo burocráticamente más sencillo por el momento era moverse por el territorio español en contadas ocasiones. En busca de sol y playa en este invierno tan atípico, la mejor opción era Canarias una vez más, y con la excusa de tener varios amigos allí, la visita se convertía administrativamente legal, ya que Madrid sigue con ciertas restricciones de movilidad.
Con PCR obligatoria, me embarqué en mi segundo vuelo del año (que estadística más triste) con destino Agaete, un pueblo al noroeste de la isla de Gran Canaria donde tres amigos de mi añorada Brno pasaban el invierno trabajando remotamente y mi amigo Tobi seguía su viaje por el mundo en solitario.
Para seguir con el distanciamiento y las medidas, yo me quedé en un apartamento con Tobi en el casco viejo del pueblo, mientras los otros tres personajes disfrutaban de un bungalow de dos plantas en la colina de cara al mar.
Agaete está a una media hora de coche de Las Palmas, lo que lo convierte en más de 1 hora en transporte público, infraestructura, que en las islas, deja mucho que desear. Es un pueblo pesquero con un puerto muy turístico y pintoresco, rodeado por unos verdes acantilados dignos de la era jurásica. El símbolo de la ciudad es el llamado "Dedo de Dios", que era una formación rocosa muy afilada y genuina dentro del mar. Era, porque en 2005 la parte más alta de la roca colapsó debido a una tormenta y dejó a la población sin su característica piedra.
Mi llegada matutina a la isla fue aliñada y bienvenida con un sin fin de botellines, licor de hierbas y copas, que resultaron en un ataque nocturno a la pata de jamón que esta gente custodiaba en su terraza a la luz de la luna y el murmullo del mar.
Los dos dias posteriores fueron para explorar los alrededores a pie por las rutas de senderos que existen por la zona. Fuimos a la playa de Guayedra, una caminata de 1 hora y poco por trayecto por unos desniveles curiosos. Playa rocosa y de violencia marítima accesible también por un hotel cercano. El dia después intentamos llegar a la explanada del Parque Natural de Tamadaba, pero dimos la vuelta unos kilómetros antes, aunque las vistas que nos regaló el paisaje durante las más de 4 horas de hikking fueron espectaculares.
Cabe destacar los chapuzones en el mar en pleno diciembre en las piscinas naturales de Agaete, que son toda una pasada.
Para mis últimos dos dias alquilamos un coche, que más tarde se quedaría Juan Pablo para poder movernos un poco. Primer dia movidito, viendo unos sitios que no había visitado las anteriores veces:
- Barranco de las Vacas, formación rocosa erosionada con unos senderos sinuosos muy peculiares. La verdad, es que había demasiada gente haciendo la ruta por lo que nuestro paseo fue muy breve.
- El Bufadero, el cual no había visto en todo su esplendor con el mar tan agitado. (no hice la mejor foto la verdad)
- Teror, una localidad en el centro de la isla famosa por su chorizo y sus calles coloridas
- El Faro de la Sardina, lo que sin duda fue lo más impresionante del viaje. Un atardecer viendo como las olas rompían con una violencia enorme uno de los pequeños cabos de la isla. Las imágenes no hacen justicia del espectáculo natural que se podía contemplar allí.
Mi último dia completo lo pasé con Tobi haciendo la ruta algo más turística y la cual ya había hecho el año anterior. Fuímos a las dunas de Maspalomas, a comer a Pepe el Boya en Arguineguín, a que nos clavaran casi 4 pavos por un café en Puerto de Mogán y unos intentos fallidos de ver el anochecer en el Pico de las Nieves o en el Roque Nublo, pero la niebla de aquel dia no nos dejó apreciar con claridad.
La jornada y practicamente el viaje acabaría amenizado por una pedazo de cena con ensalada de pulpo que se curró Matteo.
Y así despedía 2020, viajando de nuevo a la península el último dia del año, un año que dificil olvidaré en todos los sentidos. Un placer haber trabajado con este equipazo durante algo más de un año enseñando inglés, see you soon mamagüevos
Y en unos dias, empieza otra gran aventura...